jueves, 9 de julio de 2015

Perdón




Pedrón, Padrón... ¡Perdón
por la equivocación!,
que en donde está la labia
del sabio de Iria Flavia
también hay confusión.


Aquí les brindo esta quintilla que se me ocurrió estando en Padrón (cuyo nombre viene del pedrón donde supuestamente amarraron la barca con el cuerpo -con o sin vida, dependiendo de la versión, según me dijo una hermosa padronesa- de Santiago el Mayor al arribar a las orillas del Sar (únicamente el río conoce tu secreto, que diría José Ángel Buesa)... Historias, fábulas, leyendas, correveidiles, cuya única pretensión era la de aprovechar, para la promoción de esa institución mundana llamada Iglesia Católica, ese camino mistérico y milenario que ya las viejas tribus celtas, mucho antes del nacimiento del Salvador, recorrían para llegar al Fin del Mundo, Fisterra, Muxía, para perderse y reencontrarse en los bosques sagrados de Nemancos, en la vieja Galicia... Sin esa filosofía, tan próxima a los eternos latidos de nuestra Madre Tierra, tan sólo dudas y terrores siento... Por eso, ¿qué otro destino podría tener sino el de reconocerme en los misterios de la vida desnuda, tan bellamente exteriorizados en sus bosques umbríos, en los perfiles salvajes de su costa, tanto como lo está en ese otro Non Plus Ultra donde vine a nacer? Non Plus Ultra, pues más allá ya no hay nada mundano ni perecedero, sólo la Eternidad de reconocerte en la Verdad de la Vida... Dios crea la Vida en la Eternidad, y el hombre inventa su muerte en el tiempo. Por eso la Eternidad es el hogar del Hijo de Dios, y la muerte el dios del pródigo que quiere emular al Padre que en su ilusión imagina haber abandonado... Perdón...

Jesús María Bustelo Acevedo

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